Separata de la Revista Casi de Literatura"LA COSA QUE ARDE" http://lacosaquearde.blogspot.com

1.4.08

Celine Secret (fragmento)


Louis y yo llegamos a Copenhague el 27 de marzo de 1945. Dinamarca es el país más triste del mundo y está habitado por unos cerdos hipócritas. Mi sueño era ir a España. Llevaba en mí, sin haber ido nunca allí, su cultura, sus bailes y sus castañuelas, su belleza. No iré jamás a España y lo lamento. Nos instalamos en casa de la amiga de Louis, la bailarina Karen Marie Jensen, un pequeño departamento en el último piso y con vista a los canales. Allí, Louis se puso de nuevo a escribir y yo a bailar. Yo le daba clases a la sobrina de Goering, que estaba casada con el hijo de un rabino. Habíamos adoptado una nueva identidad: Louis Courtial y Lucie Jensen. La noche del 17 de diciembre de 1945, unos policías de civil nos vinieron a arrestar. Ya he contado infinitas veces cómo, enloquecidos, intentamos huir por los tejados con Bébert. Pensábamos que unos comunistas habían venido a asesinarnos y Louis tenía incluso una pistola para defenderse y una dosis de cianuro para matarse. Después de haber descubierto las cánulas y las perillas de goma que Céline empleaba para tratar su amibiasis, la policía, sospechando algún negocio abortivo, nos condujo a la prisión. Siendo extranjera, me tomaron por una espía y me tuvieron diez días en el mismo calabozo que una criminal que había asesinado a su esposo y ocultado su dinero. Todos los días me daban inyecciones para curar una eventual tuberculosis. De inmediato creí que Louis había muerto. Sólo más tarde supe que estaba vivo, gracias a una enfermera que hablaba francés y trabajaba a la vez con los hombres. Recuerdo que el novio de esta mujer había partido a Rusia en la división Carolingia, para combatir el comunismo. Lo mataron como a tantos otros y metieron su cuerpo dentro de una bolsa de papas, de pie hasta que cayese y se partiera el cráneo. Me liberaron el 28 de diciembre pero tuve que esperar seis meses para poder cartearme con Louis. Entre tanto, hice tres intentos de suicidio. Nunca se lo dije a Céline, pero estaba sola, absolutamente sola en un país extranjero donde no entendía el idioma. Louis me había prohibido pronunciar una sola palabra en danés, excepción hecha de broad (pan). Su amor por el francés no toleraba ninguna transacción. Tres veces quise matarme, tres veces tomé una gran cantidad de comprimidos, tres veces fracasé. Muy al principio nos comunicábamos clandestinamente, a través de unos breves mensajes garabateados en hojas de papel higiénico. Después pudimos escribirnos por intermedio de Mikkelssen, el abogado de Louis. Hoy releo esas cartas y me resultan muy alejadas de la realidad. Era atroz y normal a la vez. Yo no comía nada, me desmayaba sin cesar, escupía sangre. Cuando iba a ver a Louis, llevaba siempre escondido en un bolso a Bébert, con su pequeño moño de nudo mariposa. No se movía y recién a último momento tendía una patita. Bébert nos salvó la vida. Era como si viviésemos el descenso a los Infiernos de Dante. De haber estado sola en mi habitación, me habría dejado morir. No habría realimentado sin cesar mi estufa a leña, para que diese calor, de no haber deseado que mi gato viviera. El nos proporcionaba un corazón que latía. Sé que, para algunos, es sorprendente que Céline colocase a Bébert a la misma altura que a mí. No podía ser de otra forma: él era todo un personaje por sí solo. En la prisión, torturaban moralmente a Louis: la tortura de la esperanza. Muchas veces le hicieron creer que estaba libre. Lo vestían, lo metían en una furgoneta y a último momento lo conducían de regreso a la cárcel: era inhumano. También le decían: "Hoy vas a ser fusilado". Era un martirio. No podía hacerse todas las mañanas las lavativas calientes que necesitaba debido a su amibiasis. Perdió veinte kilos y, en muchas oportunidades, debieron internarlo en el hospital de la prisión. Yo iba a visitarlo a la sala común. Cuando un paciente moría detrás de su biombo, él hacía sonar una campana diminuta para que viniesen a llevarse el muerto. Le faltaba el aire. Yo le tejía medias y guantes a escondidas porque, si no, Louis nunca los habría aceptado. Siempre se había negado a que yo hiciese la cocina o la limpieza. En Meudon, comíamos los guisos infectos que él preparaba. Pero, en cuanto a las tareas de limpieza, no bien Marcel Aymé le decía que alguien debía ocuparse de ellas, él respondía: "Sí, tu mujer, no la mía". Fue en Navidad cuando nuestra vida basculó. Cada año, desde entonces, revivo para esa fecha las mismas atrocidades. Cada año, llega Navidad y caigo enferma. Céline estuvo preso del 17 de diciembre de 1946 al 24 de junio de 1947. Al final, todo se hacía tan largo que acudí al Ministro de Justicia y éste, consultando su legajo, vio que el único motivo de inculpación era la obra Les beaux draps, escrita en 1939 y publicada en 1940. El ministro pasó la noche entera leyéndola y por la mañana hizo un llamado: "El legajo está limpio, no hay nada". Una hora más tarde había frente a mi puerta una limusina,con Louis dentro de ella.

Lucette Destouches y Véronique Robert
”Céline secret”
Grasset, Paris, 2001

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